Por tercera vez consecutiva, ChileCómics se anota en la Feria Internacional del Libro de Santiago (FILSA) a pulso, con muchas ganas y humor y amor por la literatura y difundiendo lo máximo posible nuestra presencia en tal evento, pues uno de los fines ulteriores de nuestra organización es -además de producir, editar, dar a conocer y vender nuestros títulos- fomentar la lectura y crear más lectores de narrativa gráfica chilena.

Y por tercera vez consecutiva, tenemos que nadar contra la corriente.

En fin. Publico aquí una carta que escribimos los asociados a ChileCómics como protesta a la Cámara Chilena del Libro, organizadora de la Filsa, que cada año nos trata peor, no sólo a editores, también al público visitante y/o lector:

Estimada Alejandra Grossi:

Resulta perentorio para nuestra organización comunicar, de manera formal, una serie de anomalías que, como contratantes del stand E6 en FILSA, consideramos nos han perjudicado seriamente en lo que va transcurrido de la presente versión de la feria.

Por tercer año consecutivo participamos del evento del libro más importante en nuestro país y creemos que hemos contribuido con nuestra propuesta a la revitalización del ala norte de FILSA, que solía estar bajo el cartel de literatura infanto juvenil. Este pabellón, que históricamente acogía a invitados de escaso interés, se renovó prácticamente como una feria satélite, atrayendo a un público que tiene un inmensa proyección para toda nuestra industria.

Este año, sin embargo, vivimos un grave retroceso, al pasar de un pabellón temático a un simple patio de comidas.

Entendemos que la organización de FILSA busque innovar en este espacio, pero la propuesta ni siquiera se acerca a la realidad. Un encarpado precario, sumado a cocinerías que impregnan de olores de fritura todos los stands cercanos, constituyen un daño a nuestra imagen y una importante merma en las ventas diarias. Entendemos que el concepto gourmet que se planteó en las bases podía acoger ofertas de cafetería y sándwichs fríos, que conviven de buena manera con el ámbito literario, pero las frituras de hamburguesas y papas fritas resultan una experiencia que raya en lo ofensivo.

Asimismo, el diseño del layout para este falso pabellón nos deja arrinconados, detrás de balcones y escalas y, lo que es peor, sin vitrina desde el interior de la feria. No hay continuidad visual, al observarse por las puertas únicamente las mesas (más grandes y abundantes que en el layout) y carros de comida. Los stands, arrinconados en los laterales, quedan fuera de foco. Esto no ocurría en años anteriores, cuando el pabellón servía como plaza de descanso y esparcimiento para niños y familias.

Otros problemas como el riesgo de lluvia y el abundante polvo que impregna los libros producto de estar bajo un toldo y no una estructura de pabellón, como en años anteriores, podrían eventualmente soslayarse. Pero no podemos dejar de manifestar que nos sentimos maltratados e injustamente postergados, no solo por la infeliz mezcla de aromas, que espanta a autores y lectores, sino porque hemos pagado un canon de arriendo en ningún caso inferior a otros oferentes. Sin embargo, nuestras posibilidades de brindar un buen servicio están lejos de ser similares.

Por lo pronto, consideramos medidas paliativas que incluyen una fuerte campaña en redes sociales para visibilizar nuestra situación. Evitaremos llevar autores a firma porque las condiciones no son dignas y ciertamente consideramos cerrar el stand si los reportes de operación no son favorables. Ya es bastante difícil convencer a nuestros lectores de pagar una entrada para acceder al evento como para que tengan que someterse a situaciones incómodas y que, a lo menos, ofenden el olfato e impregnan un evento literario de matices más acordes a una fuente de soda.

Agradeciendo su atención y esperando su pronta respuesta, se despide atentamente